LA ESPERA, Fragmento del libro: “TAXCO, Los orfebres de la luna”.

1918 se anuncia en el calendario con firmeza y con veintiséis años y un par de sotanas deshilachadas, casi transparentes, me preparo para la que ruego sea la última entrevista. Ha pasado un mes desde que me anuncié en la Secretaría del Arzobispado para conocer mi próxima asignación como párroco rural. Sin otro pendiente entre manos dejo la mente divagar. Me acompañan el silencio y la dura banca de madera desprovista de cualquier comodidad, las horas de espera son suficientes para confirmar que la entrevista será peor que las anteriores. Mi ministerio descansa en manos de otros y nada puedo hacer más allá de ratificar mis convicciones.

He servido a salto de mata en pequeños y apartados templos en la Sierra Norte de Puebla y Oaxaca, sustituyendo a curas difuntos, llenando el vacío de párrocos envejecidos y en especial resolviendo el de uno de ellos, que incapaz de desterrar de sus pensamientos la práctica de varón que la vocación le prohibía, llevándose la caja de las limosnas tomó ejemplo de los pecadores de su feligresía y se robó a una señorita para darle gusto al cuerpo.

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