MONTEVIDEO, fragmento del libro: “Dos Mares”

Cruzó la plaza Independencia aventurándose por Sarandí y se internó en la Ciudad Vieja con rumbo a la Puerta de la Ciudadela. No es que por ser barrio antiguo se nublara el ambiente y se disfrazaran de gris los edificios.  Así es toda la ciudad.

Se detuvo frente al primer boliche que encontró, daba lo mismo el uno que el siguiente. El Almacén del Hacha, el Bacacay, el mostrador de estaño del Café Brasilero o el infaltable Roldós, con sus tintos y cervezas. En todos encontraría lo mismo.

Empujo la puerta y dio de frente con los abrigos y sombreros colgados en perfecta horizontal, y que aún conservaban el calor de sus propietarios.

En todos ellos estaba ella. Le miraba de frente, sin pena.

Pidió lo de siempre. Una grapa con limón y el sándwich hecho a la vista.

No hay duda, Montevideo, es la capital mundial de la nostalgia.

Pintura: «Montevideo antiguo. Calles del bajo», Luis Mazzey

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