Santa Prisca se construyó en el único terreno plano que existía, sobre las ruinas de la humilde capilla original. Frente a ella, en la Plaza de Armas, a la que muchos ahora llaman el Zócalo, nos encontramos propios y extraños, conocidos y por conocer, mientras tomamos un poco de aire y gozamos de la tranquilidad y el placer de vivir en un rinconcito lleno de magia y color. En uno de sus costados se encuentra el mercado, el ombligo donde nace y se reproduce la vida. Está estrenando morada, sumergido en la barranca que siempre le estuvo reservada, a la que llegó en el momento exacto, antes de que los puestos se desbordaran en la Plaza de Armas.