TANGIBLES

Se sentía cabizbaja y melancólica. No quería reconocerlo, pero sabía de sobra que el motivo era esa dichosa foto que le habían tomado a traición y en la que se veía con tantas arrugas. 

Odiaba envejecer, pero le molestaba más sentirse idiota, disgustándose por un motivo tan peregrino, del todo impropio para una mujer inteligente a la que además, nunca le habían preocupado ese tipo de tangibles, ni siquiera otros.

Sin querer evitarlo, en cuanto él se hubo acomodado en el asiento contiguo del tren, le soltó la pregunta como un puñetazo: ¿Cuántos años aparento? Dieciocho, contestó él con una sonrisa camuflada, mientras se acercaba a ella para impedir que el resto del cuerpo demostrase la decepción que ya bailaba en sus ojos. 

“Sabes, a partir de hoy esa arruga me pertenece, y adoro las historias que me cuenta”. 

Ella rio, haciéndola tan suya como el resto de su vida.

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