UN PUEBLO OLVIDADO, fragmento del libro: “TAXCO, Los orfebres de la luna”

Mis padres aceptaron que este era su hogar sin importarles que era un lugar olvidado de la mano de Dios, en donde la existencia era corta, las penas largas y por generaciones se repetían las mismas historias. Mi salvación es perderme en ensoñaciones, haciendo a un lado lo que es para imaginar lo que puede ser, sin distraerme en lo aparente gracias a los ojos grandes y vivaces que heredé de mi madre, de un tono marrón avellanado que se oscurecen con el paso de las horas y observan cada detalle del horizonte como si no hubiera vivido siempre sumergida entre montañas, con ganas de admirar lo que muchos ni siquiera imaginan, hasta descubrir lo sencillo y lo oculto de un pueblo que para mí no puede guardar secretos. 

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